
Pedro Expósito.- Hagan la prueba. Échenle una ojeada a una alineación del Urgavona Club de Fútbol, revisen el acta oficial que redacta el colegiado después de cada partido o rebusquen en la libreta de fichas de su delegado. No verán el dorsal número tres por ninguna parte, en ninguna de sus camisetas. Y, sin embargo, está en todos lados. Es la esencia del más puro fútbol de la localidad de Arjona.
Ese dorsal tres pertenece a Manuel Vidal Garrido, el sempiterno capitán del Urgavona CF, y a nadie más. Un futbolista que dedicó toda su trayectoria deportiva al club de su pueblo y que, desgraciadamente, murió —casi literalmente— con las botas puestas, al servicio del equipo que más amaba. Corría la temporada 1997-98 cuando una inoportuna lesión —rotura de tibia y peroné— sufrida en una eliminatoria de la Copa Subdelegado ante el Real Jaén CF “B” terminó por complicarse, causándole la muerte.

Más de 700 partidos oficiales después, este mito de la historia del fútbol arjonero dejaba huérfana la banda izquierda con tan solo 37 años, cuando aún no tenía la menor duda de que, pese a la edad, seguiría jugando al fútbol por su pueblo. Fue un shock que sacudió a toda la localidad de Arjona, a la provincia e incluso a los más altos estamentos del fútbol andaluz y nacional, que se volcaron con el Urgavona y mostraron formalmente su pesar.
El Urgavona CF, en particular, y el pueblo de Arjona, en general, participaron en el homenaje celebrado el 15 de agosto de 1998, rindiendo tributo a una persona que se lo había ganado a pulso. Desde entonces, el estadio de fútbol lleva su nombre y el dorsal tres permanece retirado, por respeto, de todas las equipaciones del club. El Gran Capitán, como se le conocía, no merecía menos.

Manuel Vidal habita en el recuerdo de todo buen amante del fútbol en Arjona. Tanto es así que, tras conseguir la ansiada Copa Subdelegado en la temporada 2000 —la que él nunca pudo levantar, pese a haber disputado dos finales decididas por penaltis—, futbolistas y aficionados portaron una camiseta con su rostro. Al fin se alcanzaba el sueño del Gran Capitán: un homenaje a la altura de los más grandes.
